Fragilidad



Los ancianos eran la piedra angular de nuestra sociedad antigua, ahora son apartados y excluidos de ella”

Juan trabajó durante muchos años en su propio negocio, había construido una gran empresa. Juan era un hombre rebosante de salud, ideas y fuerza. El tiempo no pasa en vano, pero no había mañana que se levantara con dos o más proyectos en mente. Juan era vivo, se comía el mundo, y parecía que siempre iba a ser así.

Los años pasaron, la empresa cerró y Juan se hizo mayor. Un día fui a visitarlo a la residencia de ancianos donde sus hijos le abandonaron por no poderlo atender. Vi a Juan invisible, decrépito, débil y frágil. Llevaba pañal y una gran sombra de soledad se dibujaba en su rostro. Juan tenía la mirada hundida, perdida en el infinito de la única ventana de su habitación, recordando tiempos en los que fue reconocido. Juan echó su vista atrás desde la silla de ruedas, y me miró. El mundo entero se me rompió en pedazos.

Nuestros seres queridos de mayor edad son seres humanos que necesitan cuidados y atención extra, generalmente son abandonados y olvidados en un rincón mientras las generaciones nuevas toman protagonismo en la vida laboral y social.

En Alana hemos llegado a la conclusión de que no estamos haciendo las cosas bien en nuestra sociedad. Los ancianos eran admirados en épocas antiguas, dirigían ciudades, pertenecían a Consejos consultivos, adoptaban sentencias y formaban parte de grandes comités de sabios. ¿Qué ha ocurrido? Los ancianos ahora son tratados con desprecio, sin ningún valor.

Ancianos,

Fomentamos vuestra valía, utilidad y enseñanzas como medio útil y herramienta necesaria para una mejor sociedad.

Apoyamos actividad que os genere alegría, motivación y autoestima.

Contamos con vosotros para preservar la historia, nuestras costumbres y hábitos.

Protegemos vuestra fragilidad, no como anclaje al pasado, sino como idea de superación y futuro.

Condenamos el maltrato, abuso y agresión a nuestros mayores.

El rechazo de la capacidad de nuestros mayores, es la mayor falta de respeto hacia nuestra historia y nosotros mismos. La mayoría seremos, un día, ancianos.” Eva Hernández Ramos.